Hajime no Ippo llama al cambio

Hajime no Ippo es un spokon al uso. Es una historia de deportes en la que el amor por el boxeo y la ambición hacia sus respectivos cinturones y campeonatos sustentan y reúnen todo lo demás. He ahí una definición que no puede fallar y abarca el argumento avant la lettre. 

Entrando más en materia, y diferenciándola un poco con otras del palo como Diamond no Ace o Haikyuu, la rueda no comienza a girar con un Makunouchi ya inmerso en el ring.

Toparse con el boxeo o con un talento como el de Takamura fue algo incidental. También un suceso que cambió su vida y con el cual comenzó la lucha por enfrentarse al hábito. Por lograr ese cambio, más bien. Porque si algo demandaba Ippo en su vida es un cambio de entorno y rutina.

Hajime no Ippo manga crítica

Si en la reseña pasada hablábamos de que Soul nos enseña a vivir en la medida en que debemos prescindir de un propósito, un punto de inflexión a partir del cual pensemos que vamos a comenzar a vivir como es debido —felizmente, apreciando los buenos momentos, esas migajas de pan— por arte de magia, Hajime no Ippo va de otra cosa completa y lógicamente distinta. Pero no se aleja mucho de ese discurso. Y la idea de ver a un Makunouchi renacer a través del deporte, boxeo en este caso, no debe ni mucho menos confundirse o contradecirse con lo ya mencionado: la ausencia de un propósito o pasión que puede ayudar, pero no hace las veces de medicina ni solución.


Hajime no Ippo manga crítica

Joe Gardner, protagonista de la película Soul, solía pasar sus días como si la vida no fuese una y no tuviésemos que empezar a vivirla.

Depositaba todas sus esperanzas en una tocada de jazz que por hache o por be le acabó fallando; no fue el punto de inflexión que él creía que sería. No acabó con su tristeza, ni con su vacío, ni tampoco con su obsesión; no solucionó ninguno de sus problemas, en general.

La calma tras la tormenta no llegó hasta que comprendió aquello que le hace ser dichoso. La dicha de disponer de un trabajo estable que le permita vivir, dedicarse a sus hobbies y transmitir su renovada pasión por la vida y la música. La dicha de contar con una madre que se preocupa por él a todas horas. La dicha de poder ir a su peluquero de confianza y pasar un buen rato en compañía de personas dispuestas a escuchar toda clase de anécdotas, aún si quien las cuenta es alguien que nunca ha dado su brazo a torcer en lo que a hablar de temas que difieran del jazz respecta.

La vida de Joe Gardner era maravillosa desde el principio, y aquellos elementos que nos hacen poder hablar de ella como tal no variaron en el transcurso de la película. Permanecieron inmutables de principio a fin. He ahí donde, además de darme cuenta de que podría haberme extendido mucho más en su reseña, volvemos a un principio y retomamos con Hajime no Ippo: tener un propósito o pasión puede ayudar, pero no es la panacea a atesorar.

Porque en lo que se suele presumir de fuerza de voluntad y hablar de esas personas capaces como un mundo aparte, talentos nacidos ya dentro de la dinámica de ir hacia arriba sin tropiezos que valgan, Ippo nos muestra que la realidad es otra. Que su manga es uno que, de manera consciente o no, presume de coraje, agallas, pero también entiende que el cambio no va, ni de broma, ligado al fatídico discurso de la fuerza de voluntad. Sí, la misma a la que recurrimos como fuente de frustración cada vez que nos proponemos algo y no lo conseguimos.  


Hajime no Ippo manga crítica

Pese a no haber profundizado mucho en el pasado de Makunouchi, previo a su encuentro con el boxeo, sabemos que es un chico tímido, sin amigos, casi sin tiempo para ocio, huérfano de padre y con una carga de trabajo a la que, por otra parte, le debe el hecho de ser un in-fighter nato.

Cualquiera diría ya no solo por prejuicios para con su aspecto aniñado, sino también por su actitud, que no es alguien nacido para boxear. No cuando, por muy reglado que se encuentre, el boxeo es un deporte en el que abundan las lesiones, a veces de por vida, y ello deja completamente fuera de discusión la participación de un mocoso incapaz de hacer daño. En este caso defenderse de unos acosadores sin mayor talento ni formación que la que puedan aparentar con su bravuconería.

Aún con esas, para Ippo el boxeo es casi un arte que nada que ver con las peleas callejeras; es un deporte que le ha cambiado la vida. El medio por el que, para empezar, rompe con ese estigma que se nos suele imponer al hablar de que no valemos para algo, algo no es de nuestro estilo, “no estamos siendo nosotros mismos”, etc. También con el miedo por probar cosas nuevas. Porque nunca se sabe en qué podremos ser buenos. Nunca se sabe en qué podremos triunfar, ya no en términos monetarios o de fama, sino hablando en felicidad pura y dura: nunca se sabe dónde, cómo ni cuándo encontraremos ese algo que propicie el cambio del que, a fin de cuentas, va Hajime no Ippo. Da igual si nos encontramos en un arco centrado en Takamura, en Ippo, o en el cómico Kimura.  


Hajime no Ippo manga crítica

La obra de George Morikawa es una que nos habla de y postula que el cambio no es exclusivo de las personas notables. Que está al alcance de todo el mundo, no mediante el discurso de “si quieres puedes, y si no puedes es que te falta fuerza de voluntad”, sino a través de ideas más en consonancia con la realidad. Con el hecho, por poner un ejemplo, de que si fracasas al perder peso no estamos ante una cuestión de querer y no poder (o ser insuficiente); igual vives en una casa plagada de dulces y chocolates.

Ejemplificando, capítulo tras capítulo, que las (re)caídas son el pan de cada día. Que el propio Makunouchi duda de sus posibilidades, pierde en momentos clave, no hay combate en el que no bese la lona, pero pese a ello se levanta para, tras un número generalmente grande de tropiezos, lograr lo que se ha propuesto. Cumplir con unas expectativas benevolentes y realistas. Seguir boxeando en la medida en que ese ring le ha llevado a conocer a gente fantástica de la que antes no disponía, encontrar alegría en lugares inesperados, disfrutar del resto de cosas que le rodean, hacer de su entorno uno capaz de sacar lo mejor de sí mismo.

Hajime no Ippo manga crítica

Y es que no importa de qué personaje hablemos: Hajime no Ippo es una obra que, sin dejar de lado en ningún momento esa exageración que acompaña a la espectacularidad del deporte a fin de llevarlo a un público más generalista, muestra que tras una gruesa capa de esfuerzo todo desarrollo personal ha venido propulsado por un cambio previo. Que aún cuando le debemos a las agallas y el esfuerzo que personajes como Geromichi se hayan vuelto capaces de aspirar al cinturón de campeón, ese cambio, esa iniciación en el boxeo y desarrollo propio, no han nacido de la nada, sino que al igual que con Takamura, vienen a razón de algo.

Yamada Naomichi empezó a boxear porque en su entorno personal apareció Ippo, un púgil dispuesto a comerse el mundo pese a todo lo que había en su contra. Fue su inspiración. Le dio motivación. “Porque si él puede yo también”. Del mismo modo, fue el acoso escolar y sus consecuencias en Geromichi las que lo llevaron por los derroteros de querer cambiar, seguir un sendero parecido al de Ippo en lo que a la búsqueda de qué significa ser fuerte respecta. Esa que tanto me gusta relacionar con la búsqueda de la felicidad, de la transformación de uno mismo en pos de una vida plena, y nos devuelve a un protagonista en cuya trayectoria por el boxeo hace patente la idea de que hablar de esfuerzo está bien en su justa medida: aquella que no invalida a los demás con un “si quieres puedes” dañino y errado, sino que entiende las circunstancias a través de las cuales no existen personas incapaces, sino entornos no del todo adecuados.


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