En lo que desde pequeñito ya sentía más atracción por la animación japonesa que por la occidental y nunca he sido un ávido fan de las producciones de Pixar por nada en particular, Soul ha supuesto mi revisita, años más tarde, al estudio de animación. También al planteamiento del sentido de la vida.
Soul abraza la polémica junto a un cambio de trayectoria: prescinde de un humor que igual, y si mi memoria no me falla, es más común en películas de un corte más infantil a lo Toy Story; apela a referencias más intelectuales que no tienen por qué ser del conocimiento de un niño —véase las apariciones de Copérnico y Muhammad Ali, entre otros— y conceptualiza la muerte en pos de entrar al trapo: ¿qué es la chispa?
Poniéndonos en los pies de Joe Gardner, un músico de jazz frustrado tanto por su cuasi nula trayectoria profesional como por la relación que mantiene con sus coetáneos, a destacar su madre, el cineasta norteamericano Pete Docter nos embarca en una aventura un tanto filosófica. Primero por los derroteros de que la chispa, aquello que todos necesitamos para vivir, es un propósito o, en su defecto, pasión por algo. Por la fotografía, el baloncesto, el fútbol, hornear, quién sabe si las ciencias... A lo que 22, un alma aún no nacida, no termina de adaptarse a esas ideas.
Personajes menores como Dez sirven de contrapunto al concepto de chispa que se esboza en un inicio. Él quería ser veterinario, pero por una serie de circunstancias se vio forzado a ser barbero. Algo que nada que ver con su pasión o su, digamos, propósito. Pero aún con esas es feliz. Porque contrario a lo que 22 e incluso Joe postulan, no nacemos predestinados a algo en concreto. No hay por qué cumplir con grandes hazañas ni perseguir una trayectoria invariable; la vida es un devenir constante en cuya adaptación reside la felicidad.
Porque no estar a la deriva no consiste en saber a ciencia cierta qué haremos en un futuro, ni tampoco en alcanzar un propósito incuestionable, sino en disfrutar del momento. Vivir de manera consciente. Encontrar alegría en algo tan simple como el buen tiempo que hace hoy, o ese perro tan mono con el que nos hemos topado de camino a la escuela.
Soul es una película que nos enseña a vivir, y para ello invita a la reflexión. Primero metiéndonos de lleno en el tan típico discurso de encontrar lo que es lo nuestro, algo que nos apasione, un propósito infalible que, como menciona Joe en múltiples ocasiones, arreglará su vida por arte de magia. “Comenzará a vivirla como un nuevo Joe Gardner”, decía en el metro. Luego enseñándonos que, al margen de spoilers, el protagonista encuentra su culmen ya no solo en el jazz, sino también en la enseñanza. En la manera en la que ser un mentor le permite transmitir su pasión por la música, pero también aprender de pequeños como 22 o Connie que la vida se compone de pequeñas migajas, y “felicidad” no es lo que encuentras al final del camino, sino lo mucho que disfrutas del recorrido.
2 Comentarios
¡Que maravilla!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado. ^^/
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