Esplende lo humano en un comentario a: El Resplandor

Stephen King El Resplandor reseña

A estas alturas estoy seguro de que, si no conocemos El Resplandor, sea por el libro o por el filme adaptación de Stanley Kubrick, conocemos a Stephen King; sea lo que sea, conocemos algo relacionado con la obra, así que no me distraeré en introducciones excesivamente largas. Sí que mencionaré, a modo de curiosidad, que pese a lo aclamada que se encuentra por la crítica, los fans y el público, la película de Kubrick no es del agrado de King: considera que no capta la esencia.


Y es que, aunque realmente el tema de cómo debe o tiene que ser una buena adaptación da para un intenso debate y artículo propios, por supuesto muy interesante, a donde realmente quiero reconducir el hilo es hacia la esencia de la obra, esa que eleva El Resplandor hacia cotas de interés más allá del misterio y terror que infunden sus páginas. Hacia cotas más humanas.


Stephen King El Resplandor reseña

El Resplandor nos conduce hacia un hotel, vamos a decir embrujado, conocido como Overlook, un destino de lo más siniestro, sobre todo cuando coincide en temporada baja y cierre por las intensas nevadas; no es fácil convivir con un ente sobrenatural que te tienta a hacer todo tipo de locuras. Sobre todo cuando se es una familia relativamente desestructurada y de poca comunicación, en tanto que Danny, nuestro protagonista, es un niño incomprendido que esplende, que cuenta con poderes; su padre, Jack Torrance, un borracho agresivo, y su madre, Wendy, una mujer cuyo ambiente familiar la ha marcado de por vida.


Un encierro de este calibre, similar en cierto modo al que pudimos vivir en época de Covid, dinamita cualquier relación a poco que existan unas brechas sin tratar. Sin llegar a ser un visionario de la pandemia, King lo sabe: la necesidad económica empuja a aceptar un trabajo no del todo atractivo, el clima que rodea al hotel obliga a encerrarse por largos meses, y el ente maligno aprovecha la fragilidad de lo humano para conducir a la locura.


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La obra de King es una que, aunque en lo superficial trata de misterio y terror, de poner los vellos de punta en lo que desentrañamos cuál de todos los personajes es el loco que está perdiendo la cabeza y haciendo trastadas por el hotel, va mucho más allá. Abraza la esencia que caracteriza al hombre para aventurarse a hablar, como comenté párrafo atrás, de lo frágil que puede resultar la persona, de esa sensación de estar al límite, a punto de estallar, que acompaña a diario. Pero también de facetas bonitas como altruismo y solidaridad, o por qué no, amor. El querer paternal, mismamente. Sentimientos que, con o sin presencia maligna de fondo, se abren paso a través de lo imposible. Incluso si eso supone atentar contra la integridad propia en pro de proteger aquello que, generalizamos para muchos casos, es lo más querido.


Y es que en relación a esta conclusión veo importante aclarar: lo que aquí conduce a Jack Torrance a agredir a su familia no es una simple presencia sobrenatural; la presencia es la mecha que hace estallar toda esa dinamita sin desarmar.


Stephen King El Resplandor reseña

Jack, como otros tantos personajes más y menos altruistas de la obra, es un señor con muchas carencias, muchos problemas, muchas falencias, poca comunicación, poca autocrítica, y poco interés en hacer frente a toda esa amalgama de conflictos que caracterizan su paso por el Overlook.


El hotel no es más que la excusa o el despertar que libera a la persona de toda razón y corrección política en pro de desatarse y arrasar con lo que sea que se le ponga por delante y le cause el menor resquemor o contradicción. Pasa también con el altruista Hallorann, quien paradójicamente ha pensado en asesinar a aquellas personas por las que se ha jugado la vida. ¿Porque el hotel es muy persuasivo? En parte: pero principalmente porque esos pensamientos ya venían de antes


¿En cuántas páginas por su trayecto hacia el Overlook había maldecido el cargo de conciencia que le suponía conocer las maquiavélicas intenciones del hotel? ¿Cuántas veces no ha preferido hacer oídos sordos y no saber nada, de modo que la tragedia ocurriría sin sentirse él parcialmente responsable sino todo lo contrario, un trabajador afortunado?


El hotel, el Overlook, la obra de Stephen King, explota justamente esta debilidad y sensación de no poder más que nos acompaña. No es que haya una presencia maligna enamorada de la familia Torrance o del cocinero Hallorann; es que somos personas, y en tanto que personas, un vaso a punto de rebosar y que nada hace por vaciar.

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