Vicens Vives es una editorial plenamente dedicada a la enseñanza, hecho que se constata en sus ediciones, atractivas tanto por precio como por elección de formas (dimensiones, tamaño de letra, ilustraciones, en según qué casos adaptación al castellano moderno...) Más clarificante que todo esto es que sus obras, al menos las que yo he leído, van precedidas de un resumen introductorio la mar de destripante y una sección final de actividades que ponen punto y final a la explotación didáctica. En realidad no; el punto y final se lo pone el profesor cuando te manda a casi estudiarte el argumento de un libro a lo El niño del pijama de rayas. Qué tirria le cogí por esa aversión a la literatura que provoca el sistema.
Batallitas de veinteañero que se graduó de la educación obligatoria hace tiempo y ahora se encuentra en la universidad, he querido dedicar un breve espacio del blog a comentar dos lecturas muy recientes a cuya introducción compete esta misma introducción a Vicens Vives, editorial de La Celestina, y La Barraca. A lo que siguiendo un orden inversamente lineal, voy a comenzar hablando de La Barraca, una obra que, de manera quizá un poco desacertada pero a mi gusto original me gusta explicar comparándola con series como Aquí no hay quien viva o La que se avecina.
No porque La Barraca sea una comedia que transcurra en una comunidad de vecinos, sino porque las tres comparten esa esencia de la putada, la jodienda rutinaria. Si te encuentras a un vecino, sea por tu edificio o, en el caso de La Barraca, por el medio rural de Valencia, asumes que lo mejor es ignorarlo. O fastidiarle antes de que te fastidie él a ti.
La Barraca es una obra, aunque en ciertos puntos graciosa (ya que he mencionado el concepto de comedia), muy trágica y triste, que no hace sino retratar, de un modo distinto a por supuesto AQNHQV o LQSA (series anteriormente mencionadas), la decadencia del ser humano en aras de proteger lo propio así suponga un claro perjuicio para la comunidad; nadie gana nada al permitir que una barraca se infeste de parásitos, quede sepultada por la vegetación, y de paso toda la comunidad tenga que asumir un estado insano de hipervigilancia.
No obstante, la propia obra retrata que llegados a cierto punto se vislumbra cierta mentalidad de manada o rebaño; los personajes joden, pero ya no saben por qué lo hacen. ¿Es por algún pique personal? ¿Por proteger lo que un día fue de Barret y se le negó? ¿Alguna manera paradójica de revelarse contra lo burgués (la familia de Salvador, entre otros propietarios de tierras) atacando a lo pobre (la familia de Batiste)? ¿O simplemente porque Pimentó o cualquier otro personaje líder de la manada lo hace y es lo propio serle fiel al rebaño?
No es algo a lo que el libro, según yo recuerde, ofrezca respuesta, pero sí que esboza la mar de bien estas preguntas que lanzo al aire y que se contraponen en una binariedad de bien y mal. Ya estén hundiéndole la vida al nuevo dueño, Batiste, o bien ayudándole como compensación por haberse excedido en este juego de tira y afloja, los personajes caminan hacia la susodicha barraca, bien con intenciones benevolentes, bien con intenciones malignas, y a menudo no saben ni por qué; pareciera que únicamente les impulsa un aire beligerante, las ganas y posibilidad de hacer estallar sus frustraciones en un entorno que toma por normal conductas que, igual en otra parte (en una utopía, parece ser), estarían más perseguidas.
Pasando ahora a hablar de La Celestina, esa mítica obra, Tragicomedia de Calisto y Melibea atribuida a Fernando de Rojas, a caballo entre el género narrativo y teatral, la misma es para mí una de las lecturas obligatorias que con más cariño recuerdo, de las pocas que recuerdo muy frescamente y que disfruté enormemente durante su lectura.
Para mucha gente, hablar de La Celestina es hablar de un bonito amor entre Calisto y Melibea. Para mí, es todo lo contrario a un amor, al menos entendido como amor puro y sano; es una novela de puteríos, manipulaciones y seducciones. Un juego de mentiras en el que cada personaje busca consumar sus deseos, sean estos económicos o sexuales; y es que el acto sexual únicamente se lleva a cabo bien para quitarse de encima la calentura de ya sabéis qué cosa, bien para obtener un rédito económico final. Para todo, menos para hacer el amor en sí.
Hecho que me resulta muy gracioso cuando esa calentura, en aras de un mayor beneficio económico por parte de Celestina (la alcahueta quien no tiene problema en convencer a Calisto y Melibea, más y mejor, de que esto es amor del bueno), alcanza niveles para los que los personajes no soportan las ganas de consumar el acto casi a diario, y ello pone el grito en el cielo para un pueblo en el que comienzan a frecuentarse paseos extraños y hasta asesinatos. Hechos que, indirectamente, confluyen en un odio hacia Calisto y Melibea como exponentes de un amor egoísta que está sacudiendo a innumerables hogares. Un poco, permitidme el enlace, de la misma manera en la que en La Barraca es más fácil culpar a un tercero de las desgracias propias que tomar las riendas de la vida propia y auto-corregirse y censurarse en según qué situaciones.
6 Comentarios
Que buen post. La Celestina y la Barraca los he leído, me parece una lectura casi obligatoria. Un abrazo
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Me alegra que te gustase. :)
EliminarPor fin vi la manera de seguirte. Acabo de hacerlo. Mi blog es Bitácora literaria por si te interesa interactuar. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola! Le echo un vistazo en breve. En cuanto al modo de seguir, en ordenador hay un gadget de seguidores (53 en este preciso instante) en la columna derecha. En móvil y otros dispositivos debería visualizarse debajo. ¡Muchas gracias!
EliminarSuper buen post. Me pareció que dejaste la escuela? Pues te vino bien. Me antojaste volver a leer La Barraca, lo hice hace tantos años! Tuve la suerte de que me dedicara y obsequiara el libro un sobrino de Blasco Ibáñez.
ResponderEliminarMuchos saludos! 😊
¡Hola! Muchas gracias, me alegra que te haya gustado. Con respecto a lo de la escuela, no, no. O sea, "la dejé" pero porque me gradué, y ahora estoy cursando estudios universitarios. Agradezco tu comentario, porque hay veces en las que intentando escribir de una forma, digamos, "linda", puedo confundir más que acertar. En cuanto tenga un ratito lo reviso y cambio, porque tienes razón en que "abandonar" suena a "haber dejado sin terminar". Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer y, por supuesto, de comentar, porque comentarios como los tuyos me ayudan a mejorar lo que ya he escrito y, por supuesto, a seguir haciéndolo. :)
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