El hombre en busca de sentido le ha dado sentido (no literalmente) a mi vida

El hombre en busca de sentido reseña

Para quien lo desee en otro formato, esto originalmente era un hilo de Twitter. No obstante, he querido re-hacerlo para mi blog, porque, bueno, es mi blog. Mi rincón. Más espacio personal si cabe que Twitter o cualquier otra red social.


Dicho esto, y remitiéndome al título, El hombre en busca de sentido le ha dado sentido a mi vida. En cierto modo.
No me gusta presentar absolutos a la hora de hablar de obras, mucho menos atribuir méritos de cambiavidas. No obstante, El hombre en busca de sentido es, referente a todas esas lecturas ambientadas en los campos de concentración de la Alemania nazi, y salvando el pasaje final dedicado a la logoterapia de Viktor Frankl, mi favorita. La parte testimonial es sensacional, pero cuando ello escala a significados más profundos y explícitos, me enamoro.


Para quien no me conozca, me encanta la psicología. También la filosofía. Por circunstancias personales no fue hasta hace poco que me dediqué, más allá de los mangas, a la lectura asidua de cuantos géneros literarios y no literarios hay por el mundo. Y en esos primeros compases de exploración lectora cayó en mis manos El hombre en busca de sentido, que no debe confundirse con un libro de autoayuda, desarrollo personal, autobiográfico, testimonial, coaching o cualquiera sea la categoría que se nos ocurra. Es otra cosa. Con perdón, porque no me gusta mucho abusar de la palabra cosa en mis escritos.


El hombre en busca de sentido, géneros aparte, debe entenderse como la vehiculación de los principios de la logoterapia, de Viktor Frankl, a través de su paso por los campos de concentración. Aquí la Alemania nazi, intereses históricos aparte, es poco más que un vehículo que nos lleva hacia un profundo entendimiento, y en mi caso convencimiento, de lo importante que es para el ser humano encontrarle un sentido a la única vida que tenemos. Pero más importante que eso es comprender, utopías aparte, que la vida es sufrimiento. Y no hay sociedad ni Estado del bienestar que diga lo contrario.


La gente muere, cuestiones metafísicas aparte. Tampoco tenemos una máquina del tiempo que nos conduzca a reparar errores del pasado y parchear sufrimientos presentes. No queda otra que asumir que hemos sufrido, estamos sufriendo; vamos a sufrir. De ahí la necesidad de encontrarle un sentido a ese dolor, que no una lectura pesimista a la vida: 

 «¿A qué me lleva? ¿Para qué me sirve?»



No es una cuestión de descarte; no es que, ante la imposibilidad de no sufrir, deba hallarme gozoso en el sufrimiento. Es una cuestión de que el sufrimiento, esto es, las situaciones de sufrimiento y dolor, son también situaciones de aprendizaje. Momentos de enseñanza en lo que respecta a la gestión emocional, pero también puntos que nos configuran como personas. A lo que creo que, llegados a este punto, no puedo sino abarcar una índole más personal en el artículo y referirme a El hombre en busca de sentido en términos aún más personales, un poco de la manera en la que lo hago en mi hilo de Twitter, anteriormente enlazado.


Durante la lectura de El hombre en busca de sentido pasé por la reflexión de “y por qué tengo yo que buscarle un sentido al sufrimiento; no me basta con sufrir, que encima tengo que perder aún más tiempo en buscarle un sentido a cada suceso doloroso que sacuda mi vida”. Pensé que lo idóneo sería trabajar, inocente de mí, en una sociedad o mundo en el que no hubiera dolor, acoso escolar, actitudes discriminatorias, delitos de odio, hambruna, LGBTIfobia, entre un amplio etcétera de desgracias. No obstante, y aunque por supuesto estoy a favor de perseguir un mundo cuanto más solidario e inclusivo, mejor, caí en lo obvio de que en la vida hay dolor. Desde el preciso instante en que la vida no es vida sin muerte, y el fallecimiento de nuestros seres queridos ya es un dolor ineludible en sí mismo. Desde el preciso instante en el que el dolor ha estado presente incluso antes de que, perdón por el momento filosófico barra (/) obvio, la sociedad existiese como sociedad.


Aún suponiendo la posibilidad de una utopía real, un mundo sin delincuencia, heridas, acosos, discriminación, intolerante ante las penurias, …, los desastres naturales seguirían ahí. También las enfermedades, que siempre escapan al avance de las ciencias. Podríamos seguir hablando de una utopía, claro que sí. Podríamos, también, trasladarnos a dentro de 100 años, y aunque seguro que observaríamos grandes progresos y soluciones en tanto a problemas actuales, observaríamos muchos otros conflictos que hoy día, quizá, ni imaginamos.


Es bajo esta reflexión que no me ha costado abrazar el mensaje de El hombre en busca de sentido. Con cierta retrospectiva y el paso de los años, puedo vislumbrar todos aquellos aportes positivos que situaciones, a todas luces negativas, me han aportado. Y ello, con perdón por la simpleza, me gusta. No el hecho de haber sufrido determinados abusos. No el hecho de haber tenido mala suerte en la vida. Sí la capacidad, ya no solo mía, sino de cualquier ser humano, para desarrollarse incluso en la adversidad y verse resiliente y capaz.

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2 Comentarios

  1. Excelente reseña. Te dejo entre mis favoritos y espero que sigas escribiendo en el blog. ¡Felicidades!

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    1. ¡Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado, trataré de seguir escribiendo con cierta frecuencia de temas varios. :)

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