The Big Bang Theory - Reseña Serie

Título: The Big Bang Theory

Géneros: Sitcom

Capítulos: 279

Temporadas: 12

Director: Mark Cendrowski

Editor: Peter Chakos

Productora: Warner Bros. Television & Chuck Lorre Productions

The Big Bang Theory es una serie que, de niño, localicémonos diez años atrás cuando la primaria, seguía y disfrutaba semana a semana en Antena 3 y/o Neox. Pero el punto es que, a fecha de 30 / 12, he podido cumplir (gracias a Netflix, todo sea dicho) con el antojo que arrastraba de hace años: verla de seguido, completa, sin interrupciones, ni capítulos repetidos ni anuncios entre los mismos.

Y es que ni las risas enlatadas, ni sus tópicos, ni sus personajes (a veces) estereotípicos y (no siempre) tontos terminan por quitarme las ganas de tragarme unas doce temporadas de básicamente eso: polémica y no tan buenas decisiones. El chiste de tener conejos y necesitar troncos puede no ser entendido, no hacer gracia, o por su simpleza, ser odiado por parte del público. Pero en lo que a mí respecta, el humor es cosa aparte cuando se trata de hablar de por qué The Big Bang Theory es una serie que no me arrepiento de haber visto.

Nada de lo mencionado arriba me molesta. Quizás un poco que los primeros capítulos tiren de clichés por doquier. Quizás un poco que el tratamiento a personajes como Stuart Bloom o Wil Wheaton no incluya un desarrollo real (al menos no siempre), sino que cambien por antojo del argumento. Al fin y al cabo, Stuart no era un rarito paliducho con mil y una enfermedades, sino el dueño de una tienda de cómics bastante seguro de sí mismo. Del mismo modo, Wil era un famosete algo deshonesto y ruin, capaz de fingir la muerte de parientes cercanos o bien romper parejas en pro de ganar el juego de turno.

Pero cuando se trata de Sheldon Cooper y el elenco principal que le acompaña por los más recónditos lugares de Pasadena, es otro cantar. A falta de Young Sheldon, The Big Bang Theory constituye la evolución de un genio un tanto inepto cuando se trata de relaciones sociales, sentimientos y empatía.

Sheldon Cooper

Recordemos: Sheldon es un inadaptado. En algunos campos destaca como el que más, pero en otros es un auténtico imbécil que no sabe cuándo callarse, cuándo no pasarse, o cómo ser un buen amigo. Bien porque parece carecer de sentido común, o bien porque la ansiedad le supera en determinadas situaciones, Sheldon es un caso al que, en comparación con las peculiaridades de Leonard, Howard o Raj, hay que darle de comer aparte.

Más allá de la inteligencia con la que creía poder hacerse con el Nobel de Física, su talento innato es el de meter la pata y ser tolerado, porque a fin de cuentas, y casi del mismo modo que un infante, rara vez sus palabras y actos son malintencionados. Pero con todo ello, es el pináculo de la obra: se llama The Big Bang Theory, pero bien podría pasar por el Big Bang que hace de la vida de Sheldon algo mejor; lo de ser insufrible casi que lo lleva en el ADN, pero la capacidad de mejora también.

De un modo u otro el joven científico no puede, por rarito que sea o suene, renegar de lo que le hace ser un humano tan normal y necesitado de cariño como cualquier otro. Necesita cuidar sus relaciones, amar a quienes le rodean, sentirse querido y contar con gente que le ría sus bromas. La lucha de Sheldon no acaba por dirigirse contra las extravagancias de la sociedad, sino contra sí mismo, su capacidad para irritar a los demás y su incapacidad para entender al de al lado.

A pesar de ser una serie torpe The Big Bang Theory logra superarse a sí misma, crecer junto a sus personajes y desmarcarse de los estereotipos y complejos de los que en un principio vivía. Recuerda de manera entrañable que nuestros logros no son sólo nuestros, tanto Sheldon como nosotros le debemos mucho a las personas que nos han criado, amado, querido y cuidado hasta llegar a donde sea que hayamos llegado. Pero también postula que la vida es un devenir, un cambio constante a veces desagradable, un viaje que en su mayoría, y haciendo la media, acaba por resultar agradable y alegre.

Es el caso del Doctor Cooper, quien con o sin Nobel acabó por acostumbrarse a los cambios que experimentaba en su entorno y entender que prefería una vida en familia y comunidad, y es el caso de todos los televidentes que durante años hemos estado pendiente de cada paso que el joven científico daba por Pasadena.

Dr. Sheldon Cooper haciendo cosas de doctor

Mediante pequeñas pinceladas Big Bang prepara el terreno para Young Sheldon y pasa de ser una serie tontorrona y graciosa a ratos a algo mucho más importante e incluso motivador, un recordatorio de que triunfar en la vida no va ligado a los premios y logros, sino a la felicidad propia. Un recordatorio de que por ahí fuera nos espera una segunda familia que nos acogerá con nuestras estridencias y bondades.

Si bien me apena que por la falta de una (ansiada) decimotercera temporada los compases finales hayan tenido un ritmo tan apresurado, el discurso de clausura fue maravilloso, y sólo queda agradecer a Jim Parsons y compañía por dar vida a un elenco magnífico que difícilmente me cansaré de ver. Sheldon es el pináculo, sin su intérprete The Big Bang Theory no puede seguir, pero creedme: la serie es lo que es por la red que entretejen todos los principales. Gracias por dar vida a mi sitcom favorita.