Tamayomi es un anime que en principio quiero seguir, porque va de deportes, va de béisbol, y me gusta el béisbol. Pero aún con esas, no estoy ciego: no albergo grandes esperanzas por una producción tan modesta e impersonal. El storyboarding no me dice nada, los planos estáticos brillan por su abundancia en lo que un control de calidad mínimo respecto al arte por su ausencia... Más importante si cabe es que parecen estar tratando de venderme algo que no se corresponde con el producto final.
La
vestimenta inadecuada era algo que ya se veía en las propias
imágenes promocionales. Y, digo inadecuadas porque no verás a los
chicos de Diamond no Ace
jugar partidos con prendas inferiores que enseñan más que tapan.
Digo inadecuadas porque, a este paso, más de una se va a dejar la
piel en el campo en cuanto tenga que tirarse al home o algo del
estilo.
No
entiendo (o mejor dicho, sí que comprendo, pero no es algo que como
consumidor quiera apoyar) esos shorts. No es ropa que debas llevar al practicar béisbol. Los pantalones largos otorgan protección de cara a protegerse de barridas y choques en el home, entre otros. De ahí que llevar pantalones cortos no tenga el más mínimo sentido y se achaque más a sexualización y fanservice, sobre todo cuando eso de ir en trapos menores no es algo aislado, sino la norma incluso en uniforme escolar.
Una norma a la que las mujeres se ven atadas constantemente sin intención artística que valga. Un absurdo que, con la suficiente empatía, no ayuda a tomarse en serio la serie ni mucho menos disfrutarla. Porque Tamayomi no es la primera, es otra de muchas, pero eso no ayuda ni mejora a un elenco que, sin importar el lugar, está por y para vestir en ropajes que cuanto más
enseñen (sin llegar a desnudarlas, claro está) mejor. Y el porqué es tan obvio como problemático.
La diferencia entre cuán
en serio se toman las cosas de chicos —insisto, Diamond no Ace o
Haikyuu, ambas emitidas en la temporada anterior, series que convendría imaginarse con absolutamente todos los chicos jugando en topless— y la
incapacidad para hacer algo ya no similar, sino que se respete
mínimamente (o al menos respete a su elenco) cuando trata de
féminas, es abrumadora y molesta. Como si las chicas, eternas
encasilladas en la labor de mánager, no pudiesen protagonizar su
propio viaje al Koshien sin ser sexualizadas o denigradas a hacer
cosas monas sin ton ni son en lo que sus objetivos importan un
comino.
Pero aún con esas, no es una serie que no deba disfrutarse por la problemática social que pueda arrastrar en un contexto como mínimo desafortunado. Más aún cuando bien podría ser algo impuesto por los editores de cara a mejorar las ventas. De ahí que, como indiqué a principios de la entrada, mi intención a priori si no me duermo en los laureles, porque soy malísimo para ver series en emisión sea la de ver Tamayomi y entretenerme en la medida de lo posible. Comprendiendo las deficiencias que arrastra, pero no haciendo de ellas una excusa con la que malograr todas las bonanzas que la serie pueda tener preparadas, sino convirtiendo mi curiosidad y gusto por el béisbol en su principal sustento.
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