Darling in the FranXX: "La bestia y el príncipe", una tragedia de dos

Darling in The FranXX
Darling in The FranXX ha tenido sus más y sus menos en lo que llevamos de emisión, véase que el primer capítulo estuvo relativamente bien, el segundo pegó cierto bajón, el cuarto y el quinto —sobre todo este último— fueron maravillas en lo que respecta a la acción y el posterior asentamiento de ésta en pos de revelar para un futuro —a comentar ahora— una de las facetas hasta entonces desconocida de la enigmática Zero Two, etcétera. Desde la emisión del octavo, un microdesastre que afectó inevitablemente al conjunto —aunque gracias a Dios no afectó a la continuidad más allá de las menciones al libro encontrado en el séptimo— la serie ha tomado una carrera que es un no parar, y es que no han habido baches por el camino sino que la progresión y mejora respecto a los primeros capítulos ha ido a toda mecha.

Una vez establecida la dinámica entre personajes y hecho algo con Mitsuru, quien demandaba algo más que tener a un chihuahua mordiéndole los testículos las 24 horas del día, Trigger puso a sus más prometedores novatos —algunos de ellos partícipes del sexto capítulo y la famosa Little Witch Academia— en el doceavo episodio, El jardín donde todo empezó.

Abandonando la poca sutileza que lucía en sus comienzos, el capítulo abre mostrando un escenario muy distinto a los vistos hasta ahora y, al otro lado del espectro, muy similar a la narración en pasado que presenciamos al principio del primer capítulo; esa que ayudaba a meter en contexto, anticipaba lo narrado en el treceavo, dota de más de un significado el que estemos ante “el jardín de los comienzos”, y peor aún, presagia junto a la leyenda del príncipe y la bestia un trágico final.

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A pesar de los esfuerzos que Zero Two realiza desde el octavo capítulo —séptimo, incluso— para ser humana o al menos aparentarlo, inevitablemente los atributos que permanecen alterando su físico y gritan cuán distinta es se ven exagerados y progresivamente la acercan más a ser un monstruo, y con ello, al tormentoso pasado como sujeto de experimentos aislado.

Darling in The FranXXZero Two es puesta en un abismo, siendo la luz que evoca el Darling de sus recuerdos su propio motivante para seguir pero a su vez aquello que la destroza. Al fin y al cabo, es la herramienta con la que las altas esferas doman parcialmente a la chica; ellos la relegan a una herramienta a revisar, si bien a punto de estallar, y esta relega a Hiro a poco más que un tedioso alimento si bien inagotable que no termina de saciar a quien ahora es mostrada y se define como un monstruo.
Hiro puede ser un buen punto de apoyo pero la Oni de turno no lo ve como más que un medio para alcanzar sus objetivos, alguien con grandes habilidades que no muere al tercer pilotaje, y... Eso es bueno, ¿o lo era?

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Como bien se aprecia en el subtexto, Hiro no quiere limitarse a Zero Two en calidad de pistilo sino que quiere conocerla como persona y comprenderla, pero ella es un erizo un tanto especial, que sabe cómo usar a las personas y exprimirlas, nunca mejor dicho, hasta que queden satisfechas por la eternidad. Hiro escapa un tanto a sus redes; al igual que el resto de estambres que ansían pilotar con Zero Two, este es presa de su deliciosa y mortal miel, pero a pesar de ello no está a disposición de sus garras y consecuentemente no es un consumible que pueda desechar a momentos.

Todo lo contrario, es pesado, y dada la situación de Zero Two, cargante, e incluso un reflejo, como si de un espejo se tratase, de que si en la actualidad no la ven como un monstruo no es más que por la buena figura que le otorga su disfraz. Después de todo, en un intento por confirmar su humanidad, intenta besar a Hiro pero este emite un rechazo con la mirada, y lo peor es el motivo, que son sus colmillos al sobresalir con la apertura de sus labios. Ello da lugar a una reacción por parte de Zero Two, que por primera vez ha sido rechazada en un ámbito relativamente personal, y esta es no la mirada de un monstruo, sino la de un ser humano desvalido y herido.

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La subversión de expectativas es ya algo recurrente en Darling in The FranXX y es que tanto el arquetipo de beta en el que Hiro fue encasillado como la atmósfera de chica ideal caída literalmente del cielo fueron rotos hace tiempo. Tras el capítulo 5 lo único aún recurrente era la teoría del Red y Blue Oni para con Hiro y Zero Two, y tras la resolución del sexto fue otra de tantas hipótesis que quedaron como mínimo parcialmente aparcadas. No en vano parecía que ambos protagonistas habían alcanzado cierta epifanía y momento cumbre en su relación, con una Zero Two que en el séptimo capítulo ambientado en la playa parecía querer acercarse a Hiro y dejar las suficientes migas de pan como para que éste pueda dar el primer paso en lo que sería el bello comienzo de una bonita relación.

Pero ello ha vuelto a cambiar con El jardín donde todo empezó, y es que la atmósfera del quinto ha vuelto, y nunca mejor dicho, junto a su genuina directora. El cambio en Zero Two se llevaba gestando desde aproximadamente el décimo capítulo, cuando casi nada más empezar nos mostraban un plano figura de ésta denotando cansancio, y sobre todo, con sombras a varios niveles cubriendo su rostro.

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Habiendo finalizado los preparativos con el onceavo y doceavo, en donde se anticipaba tanto haciendo uso de lo estético como del propio trasfondo de Mitsuru la problemática con Hiro —e incluso Zero Two— en el pasado, Noriko Takao aterriza tras su intervención en el quinto para volver a volcar nuestras expectativas, volverse una de mis directoras favoritas, y sobre todo, hacer del decimotercer capítulo, La bestia y el príncipe, algo a recordar.

La dirección es estelar y protagonista junto a Zero Two y Hiro, no solo porque lleve el significado de la palabra excelente a otro nivel y el objetivo no sea cómo rellenar para llegar a los casi 24 minutos de episodio, sino cómo usarlos para contar lo máximo posible; también por el cómo emplea la iluminación para mover a los principales de un ambiente agradable a uno un tanto amenazante, el cómo crea atmósfera, y sobre todo, el cómo logra hacer énfasis, responder cuestiones, y meter callbacks por doquier, sin que nada parezca pesado, forzado o mínimamente artificial.

La bestia y el príncipe —así se titula— es un ejemplo perfecto de cómo una historia no tiene por qué anticipar de forma estrictamente clara absolutamente todo, o peor aún, dejar claro desde comienzos de la obra el cómo va a ser todo. Todo lo contrario: Saber lo que los personajes y descubrir lo que ellos al mismo tiempo es tan emocionante como impactante y, sobre todo, conmovedor. La autoinserción no tiene por qué ser exclusivo de material escapista sino también un recurso al que apelar para adentrarnos en la historia y comprender aún más a los personajes. Strelizia actúa de catalizador para mezclar y transportar ambas conciencias de Hiro y Zero Two, y con ello al espectador, que se mete en contexto al ver el mundo desde sendas percepciones.

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La historia de la bestia y el príncipe es la propia alegoría en la que se fundamenta el actual capítulo; esta recibe una narración a varios niveles, o lo que es lo mismo, mediante tres narraciones distintas, que son el propio ending mostrando las imágenes del libro ordenadas, Hiro leyéndole la historia a Zero Two, y el Hiro actual en su rol de narrador junto a Zero Two. 

<<En las profundidades del bosque vivía una hermosa y fuerte bestia princesa que, atraída por la luz de la luna, entró a un país de humanos en el que se enamoró de un príncipe. La princesa era una bestia, tenía alas rojas en su espalda, y ello era un impedimento para estar con su amado. Como no sabía qué hacer, fue a ver a la bruja del bosque y dijo: “Quiero ser humana, quiero estar con él”. La bruja respondió: “Puedo ayudarte si me ofreces tus alas, pero recuerda esto. No importa cómo te disfraces, eres una bestia, y un día consumirás la vida del príncipe”.>>

Según lo que se está contando por el narrador omnisciente, que al momento de contar el cuento es el Hiro actual, la cámara enfoca a un lugar u otro a modo de acompañar la alegoría, es decir, centrar la atención en aquello literal a lo que cada parte del cuento se refiere.

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Para Hiro, la cúpula que supone Garden era todo el mundo que él conocía. Para Zero Two, su mundo era aún más reducido; más allá de su habitáculo se extendía un laboratorio al que acudía forzada para someterse a dolorosas pruebas que no hacían más que confirmar su utilidad como monstruo y herramienta.

No fue hasta que su reemplazo de madre le trajo a Zero Two un libro que no debería de haberle traído —véase que inmediatamente desapareció— y ésta conoció a Hiro, quien fue la primera persona en mostrarle tanta inocencia, bondad, y sobre todo un aspecto digno y honesto de ella como persona, que se vio definida como ser humano y adquirió ciertas costumbres que preservaría a futuro; véase el gusto por los dulces, el preferir que se conserve Zero Two como su nombre, y lo que es más impactante, el significado de la palabra Darling. Debe su humanidad y el poder haber seguido adelante a pesar de todo aquello a lo que está sometida tanto a Hiro como a su madre, que se sacrificó en pos de darle a Zero Two algo en lo que sostenerse, dar un primer paso, y otorgarle su primera cosa bonita e importante, o lo que es para APE, darle cosas innecesarias.

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No es casualidad que los libros a los que los niños tienen acceso sean cosas que no pueden entender como Golden Bough, o bien material de utilidad, como es el qué hacer en una situación de supervivencia del tipo. Como bien se vio en algunos flashbacks, los libros ilustrados no es algo a lo que tengan acceso, y no es casualidad que sean los idóneos para que niños de tal edad comiencen con su aprendizaje; o, yendo a algo más simple, son cosas bonitas que no necesitan para ser quienes protejan a los adultos hasta la muerte.

El control que los de arriba ejercen sobre la formación de los parásitos es absoluto, excepto si se trata del escuadrón 13, que cuenta con una mayor libertad pero como hándicap un menor flujo de información, tanto en comparación a los predilectos de Nine como a otro escuadrón cualquiera, tal que el escuadrón 26 del quinto capítulo. Ello tampoco parece ser casualidad, pues parece ser permitido por el Dr. FranXX, por los propios adultos que los rodean y aflojan su correa, e incluso por sus personalizados FranXX, que suponen un total contraste con los de otros escuadrones.

Puede ser cruel; casi tan cruel como aquella vida a la que Zero Two fue sometida, el valor dado a lo que para ellos no son más que parásitos utilizables y desechables en pos de lograr una sociedad uniforme, o la manera en la que utilizaron tan bellos recuerdos de su infancia. Ahora que los pensamientos sobre que lo instaurado por Papa y el resto pueda no ser más que mentiras y engaños ha pasado a ser algo más que meras divagaciones y la revelación del momento, el niño que en un pasado representaba al resto y sería quien los guiaría al mundo del mañana, se ve en el cénit de la cuestión.

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La metáfora del pájaro de Jian da un paso más y se pregunta hacia dónde volar; el escuadrón 13 podría ser pieza clave en su rol de escoltar a Zero Two al por ahora ambiguo evento del Grand Crevasse, o el artífice de una rebelión que Hiro empezó parcialmente de pequeño, cuando contra pronóstico de Papá y el resto no apuntaba a ser un representante que los guiase a su objetivo, sino un rompedor del status quo y alguien dispuesto a tirarlo todo por la borda.

El capítulo concluye con algo que se asemeja al ruido de un televisor, y entre tanto barullo se oyen distintas voces, a destacar dos de ellas que se llaman mutuamente: Zero Two y Darling. Junto al ya más que insertado en la historia señor espectador, la analepsis concluye para volver al presente y romper en un llanto flojo pero punzante. Sólo tengo que decir: Por favor, que no haga más que mejorar.

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5 Comentarios

  1. Este ultimo capitulo ha estado muy bien, espero que sigan por esta linea.

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  2. Como bien has dicho el capítulo ha sido excelente y supo prepararnos con cierta antelación sobre lo que iba a ocurrir, ya que llevaban un par de episodios con Zero Two más apagada y obsesionada con sus rasgos menos humanos como los colmillos. El episodio se sintió muy fluido, tanto que me hallaba hipnotizado y el tiempo se me pasó volando mientras disfrutaba del pasado de ambos protagonistas. La atmósfera era muy apropiada con ese ambiente frío propio de una especie de laboratorio, en concreto aquí experimentan con los niños para ver si resultan útiles para sus propósitos.

    De verdad que el personaje de Hiro aquí me gustó mucho y encarna ese niño un poco más espabilado que el resto y que por tanto empieza a hacer preguntas por pura necesidad de saber y satisfacer su curiosidad. Esa probablemente fue la parte que más me encantó porque yo de niño hacía muchas preguntas y a veces me fastidiaba no obtener una respuesta.

    No me había dado cuenta del hecho que había una narración en tres niveles distintos, se me escapó ese detalle. No sé porque pero cuando utilizan algún cuento popular o libro ilustrado la historia acaba por tener mucho impacto como en Monster con el cuento del monstruo.

    PD: ¿Qué es un callback?

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