Darling in the FranXX: "Tu espina, mi insignia", o cómo subvertir las expectativas

Darling in The FranXX es esa serie existente en cada temporada que por “x” motivos acaba siendo objeto de popularidad de miles de personas y consecuentementecrea dos bandos que arman bastante ruido, uno de detractores y otro de lamebotas que, eso, lamen botas. No, no hay intermedios porque en semejante guerra de opiniones nadie es el bueno o el malo, sólo el vencedor que trasciende y alcanza la tan ansiada objetividad (?). Dejando a un lado mi fallido intento de ser gracioso —requiere de entrenamiento y va para largo—, Darling in The FranXX es una serie que me está gustando bastante, y como siempre no puedo aclarar con precisión el por qué: Bien podría ser porque ha llegado esa serie de autoinserción que ha logrado hacer mella en mí y que me sienta más que identificado con un protagonista potencialmente plano, bien podría ser por ese sentimiento de “mi estudio favorito ha venido a entrevistarme y hacer realidad todas mis fantasías”, o bien podría ser porque es ese proyecto de temporada que solo surge una de cada cien veces y reúne a un staff que apasiona, en este caso parte de la gente que parió Gurren Lagann, parcialmente Kill la Kill, y bueno, qué coño, Gainax.

Con ello dicho, anterior al quinto capítulo, que es el emitido hace cuestión de horas, Darling in The FranXX parecía —y recalco “parecía” para enfatizar eso de que era una posibilidad entre miles—más un batiburrillo de clichés con ciertos paralelismos y simbolismos que a lo sumo sazonaban una premisa cuyas bases eran el clásico mundo apocalíptico en el que los humanos se ven obligados a vivir en [INSERTEVARIANTE] y chica que cae del cielo a un protagonista generalmente beta que sirve de autoinserción al espectador y por ende escapismo. Qué coño, el escapismo en DarliFra —¿podemos hacer de “DarliFra” la abreviatura oficial?— casi que era por partida doble, pues el mismo protagonista escapaba de la realidad al montar en Strelizia, el paraíso de ambos, ignorando así las obvias consecuencias de tanto romper el status quo impuesto por “Padre” como de pilotar con la Asesina de Compañeros.

Atención: Spoilers del quinto capítulo.

El quinto capítulo aparentemente dirigido por Noriko Takao —ex-maga de Kyoto Animation conocida por sus trabajos en The iDOLM@STER, Saint Young Men, incluso La Desaparición de Haruhi Suzumiya, y un largo etcétera— ha roto con todo lo establecido hasta ahora, incluyendo en ello esa bonita  y despreocupada —pero falsa— atmósfera de “todo lo puedo con esta desconocida belleza” y lo que parecía ser en su cuarto episodio la epifanía de un bello, desinteresado y recíproco —sobre todo recíproco, jaja— amor entre dos jóvenes adolescentes víctimas del cruel mundo que los rodea. 

“¿Qué es un humano para vosotros?”

Hiro es un suicida, Zero Two es una sociópata que roza la esquizofrenia y psicopatía, Ichigo es una buena chica cuya preocupación iba más allá de lo que algunos pregonábamos como “estar celosa”, Zorome —o como yo prefiero llamarlo, chico bully— no es tan mal chico ni un estúpido carente de personalidad o carisma, y... lo que espérabamos, no es lo que espérabamos.

Dado el cómo se estaba llevando todo, lo de Ichigo tenía un claro enfoque romántico que desembocaba en celos hacia Zero Two, quien llamaba la atención de Hiro mucho más de lo que su amiga de la infancia. Esta última, por su parte, parecía tener un irracional interés en Hiro, al que parecía haberle tocado la lotería con semejante belleza que le quiere de forma absolutamente irracional. Todo ello parecía constituir una base típica: Chica irrumpe en la monótona y a veces decadente vida del protagonista, con una amiga de la infancia generalmente opuesta a la nueva.

"Si Hiro es la mariposa, Zero Two es..."

Contrario a la poca sutileza de los primeros capítulos y el párrafo de arriba, el quinto ha sido todo lo opuesto: un deleite de símbolos y metáforas que, entre otras cosas, mostraban la situación de un lastimado Hiro que solo puede pilotar con la talentosa pero mortal Zero Two, quien contradice completamente el personaje de “chica buena y víctima”, haciendo de lo actual su verdadera faceta.

Hiro no puede llegar a Zero Two; así lo dice cuando no puede hacer que llueva, y así se trastorna completamente la idílica relación compartida en el cuarto capítulo. La lluvia es en sí misma un recurso frecuentado que suele expresar en el ambiente el pesar de los personajes y por ende ser un indicador de su malestar o énfasis en ello. Al hablar de Hiro como alguien que no puede hacer llover para Zero Two, hablamos de cómo este, por su condición, no puede llegar a Zero Two en un sentido emocional e incluso físico por ello del límite. La Viuda Negra de Darling in The FranXX es amiga de la muerte, y parece que dada la individualidad desarrollada por ello de no ser humano ni haber recibido la misma crianza que el resto de parásitos está más que acostumbrada a ello de ver las muertes de sus estambres al tercer pilotaje como daños tan colaterales como normales, pues el que los débiles mueran no es para tanto, y el que alguien, incluso Hiro, llegue a morir, es señal de que este no valía demasiado. 

El protagonista es relegado a uno de los muchos estambre que han pilotado con Zero Two, y con ello la euforia transmitida por el cuarto capítulo al desafiar absolutamente todo como si de Kimi no Na wa estremeciendo a toda una sala de cine se tratase, ha desaparecido. Las consecuencias comienzan a salir, el nudo se comienza a introducir, el mundo se comienza a presentar más en detalle, se ha aclarado que el que los niños tengan semejante grado de individualidad no es un fallo de escritura sino algo hecho a propósito y que de paso es una incongruencia inusual para el resto de escuadrones,  y de este modo Darling in The FranXX ha comenzado a dar el paso con el que empezar a construirse una identidad y profundizar en materia. Expectante por ver cómo continúa lo que parece ir en mejoría, esto es todo por ahora. Espero que la lectura haya sido del agrado.